Las nupcias mundialistas de México llegaron hoy, ojalá la luna de miel sea larga, muy larga. Yo era de los que creían que hoy Alemania derrotaría a México y no por malinchismo, sino por una historia futbolística que a ellos los tiene con cuatro mundiales ganados y a México con ninguno.
Hoy, México sacudió su historia, le hablo de tu a la gloria y logró el triunfo más importante en sus participaciones mundialistas.
Hoy todo encajó, la táctica de Osorio, el muro insalvable que es Ochoa en la porteria, -Ochoa que se comió siete contra Chile en aquella aciaga tarde y que hoy detuvo todo para disfrutar de las revanchas que da el futbol-; el funcionamiento del equipo, la garra, el corazón, el ímpetu, la clase de Vela, la contundencia de Lozano, la claridad de Herrera, los cinco mundiales de Márquez, el gran partido que dieron todos, los huevos y el coraje del Tri.
México creyó y ganó, retumbó en sus centros la tierra y el estadio Luznikhi de Moscu, la Plaza Roja, hoy es tricolor y el Cielito Lindo es la canción más popular de Rusia en estas horas.
Si Alemania jugó bien o no, es problema de ellos, México hizo lo suyo, los mordió y maniató en el primer tiempo y se defendió con categoría en el segundo, México hizo ver a los teutones confundidos y con poca idea futbolística en lapsos del partido.
No se ha ganado el mundial, se ha ganado un partido nada más, pero más allá de los tres puntos que da la victoria mora,l es enorme; aunque hoy México ha dado el campanazo del mundial, faltan Suecia y Corea y tiene que seguir creyendo, seguir trabajando, para poder cumplir la meta trazada, el anhelo buscado, luchar la copa al límite de los sueños, más allá de cinco partidos.
Algún día lejano o no muy lejano recordaremos que un 17 de junio México escribió el episodio más sublime de su historia mundialista, el día que le ganó a la campeona Alemania, el día en que el gol de Lozano fue el grito de bonanza, de un país que es más grande que sus adversidades.
¡Carajo!