Si hoy ocurriera un terremoto de 8.2 grados en la escala de Richter como el de 1985, el panorama no sería muy alentador, los sismólogos esperan desde hace años un temblor de gran magnitud con epicentro en la llamada Brecha de Guerrero, que desde 1911 no libera energía.
Saben que rebasará los 7.5 grados y que tardará casi un minuto en llegar al Distrito Federal, pues el epicentro está a 300 kilómetros de distancia entre Ixtapa y Acapulco, mucho más cerca que el del 85 que se originó en Michoacán.
Saben que el mismo impacto se sentirá en la Diana de Acapulco que en la Diana Cazadora de la Ciudad de México. Que quienes se encuentren en una zona blanda, como Iztapalapa o la colonia Roma, lo sentirán 40 veces más que quienes se encuentren en zona rocosa, como ciudad Universitaria o en San Jerónimo.
Víctor Manuel Cruz es el jefe del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y dice a La Silla Rota que hay estimaciones cuantitativas que afirman que la amplitud del movimiento provocado por una ruptura en la Brecha de Guerrero sería de dos a tres veces más grandes que durante el sismo catastrófico ocurrido en Michoacán.
“La Ciudad de México sigue siendo muy vulnerable, en el registro de edificios los daños serían muy significativos, severos en algunos puntos de la ciudad, un terremoto de esa misma magnitud debería tener consecuencias importantes, porque, aunque ha habido cambios en muchos aspectos sustantivos, seguimos siendo vulnerables”, dice.
“Lo que nos dejó el sismo de 1985 es un Sistema Nacional de Protección Civil, el Centro Nacional de Protección de Desastres, la instalación de estaciones sismológicas en todo el Valle de México, hay más de 130 que monitorizan la sismicidad y durante tres décadas se han contabilizado miles de terremotos que hoy nos permiten conocer el peligro sísmico en el valle de México hoy conocemos muy bien cuál sería el movimiento en cada punto de la ciudad con precisión”, dice.
Hoy, dice, conocemos los puntos de la ciudad que corren mayor riesgo y con base en eso se han renovado los reglamentos de construcción, siendo hoy el reglamento de México uno de los mejores en el mundo.
Aunque en los últimos 100 años varios sismos de magnitud mayor han ocurrido a lo largo de la costa de México, esta zona en donde no ha ocurrido un sismo de magnitud superior a 7 grados en la llamada Brecha de Guerrero si nos mantiene inquietos.
El que no se hayan registrado sismos importantes en dicha parte de la costa de Guerrero, desde Acapulco al este y hasta Papanoa al oeste, significa que año con año se acumula energía, convirtiéndose en “una bomba de tiempo”.
Según el jefe del departamento de sismología hace unos 10 años se descubrió que, aproximadamente cada 4 años, ocurren sismos silenciosos en esta zona de Guerrero, que son deformaciones de la corteza que no emite ondas, pero que si son registrados por dispositivos de geoposicionamiento global y que los sismos de abril y los dos de mayo de 2014 ocurrieron semanas después del inicio del sismo silencioso de ese año.
Dice que los avances son grandes y que en 30 años han surgido nuevas preguntas que han motivado la creación de nuevos proyectos de investigación como la creación de una red de observación en la costa en el fondo oceánico.
“El año que entra vamos a instalar sismómetros a más de 4 mil metros de profundidad en el mar con el objetivo de detectar fenómenos que no han sido descubiertos, si es que los hubiera, ver si ocurren deslizamientos sísmicos, si ocurren sismos pequeños, para tratar de observar más el proceso de fenómenos cerca de la trinchera. Estamos enfocados a descubrir algo que pueda decirnos cuando va a temblar, una pregunta que hasta ahora, ningún científico ha podido contestar”, dijo