La isla La Roqueta es uno de los sitios más visitado por turistas nacionales y extranjeros, que previo a los festejos de Fin de Año abarrotaron sus playas sin que nadie les exija observar las medidas sanitarias para evitar contagios por Covid-19.
Para llegar, familias principalmente, muchas de ellas con menores de edad, se forman amontonados a la espera de abordar el yate que los llevará al lugar, en este caso en el Parque de La Reina en la zona tradicional del puerto.
Los prestadores de servicios tratan de aprovechar la alta demanda del servicio que transportan al usuario con mucha rapidez y llevando hasta el tope la embarcación.
Ya arriba, a nadie se le exige hacer uso del cubrebocas. El guía no da alguna indicación al respecto y los usuarios se sienten en completa libertad que incluso llevan a quitarse el accesorio.
A la llegada a la isla no hay ningún elemento de la policía ecológica ni Capitanía de Puerto que vigile que los paseantes lleven consigo vidrio, unicel y plástico de un solo uso, tal como lo prometió la alcaldesa Abelina López en la presentación del plan piloto para evitar el uso en la isla de esos materiales, el pasado 16 de noviembre.
Tampoco existen materiales publicitarios ni anuncios en los accesos de embarque que indiquen la restricción y para lo cual el gobierno municipal habría anunciado una inversión, que en ese entonces evitó mencionar la cantidad.
Precios elevados y abusos
En la playa principal no cabía un alma. Al igual que en otras playas del puerto, el uso de sombrillas con mesas y sillas va de los 200 a 300 pesos. Los alimentos y bebidas también elevados de manera excesiva en comparación con los precios de temporada baja.
En promedio, una familia de 4 miembros, gasta alrededor de dos mil quinientos pesos entre bebidas sin alcohol y un platillo de mariscos.
En el único restaurante denominado Palao, que es donde llegan la mayoría de las embarcaciones, el precio por persona en alimento va de los 300 a los 500 pesos, sin bebidas alcohólicas.
En el lugar no hay ningún módulo de la Procuraduría Federal del Consumidor ni información de la ubicación de alguno de estos pese a las constantes quejas de los turistas por los paquetes engañosos de este establecimiento.
Aglomeración al regreso
Las empresas como Dinka, que transportan a los bañistas a la isla, dan como máximo hasta las cinco de la tarde para que el retorno vaya dentro del pago de $150 pesos que costó el viaje.
Poco antes de esa hora, el muelle ya registra un numeroso grupo de personas cuya fila se extiende hasta la franja de arena. Ya nadie usa cubrebocas, ni sana distancia. El ambiente es como la normalidad que se tenía hasta antes de la pandemia.
Los prestadores de servicios se apresuran a sacar de la isla a más de dos mil personas que, según el ayuntamiento, llegan en promedio a visitarla.