Muchos hablan de política y pocos entienden su significado. Y, peor aún, hay quienes se sienten non plus ultra en el tema.
Al despertar y encender la radio o la televisión, lo primero que escuchamos son temas de corte político. Posteriormente, en la escuela o en los centros de trabajo los compañeros hablando de las noticias más recientes o de los problemas que aquejan al municipio, el estado y el país.
No hay lugar donde no se hable de política. Incluso, en casa con la familia.
En las iglesias, sin importar religión, los que conducen las misas o cultos (sacerdotes o pastores) oran para que los gobernantes sean sensibles con el pueblo y que Dios los proteja para que no sean víctimas de la delincuencia.
Algunos teóricos definen a la política como la ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados.
También es necesario precisar que hay quienes ejercen la política (gobernantes, legisladores y dirigentes partidistas), los que se encargan de su estudio (académicos e investigadores) y los que comentan de sus efectos en los medios de comunicación.
Guerrero, es una de las entidades más politizadas del país. No en balde Andrés Manuel López Obrador, presidente de la República electo, vino varias veces a realizar actos de campaña. De hecho, en las tres elecciones ganó y se llevó carro completo (senadurías y diputaciones federales). Y en la última, por cierto, se llevó también la mayoría de los distritos locales (18 de 28).
Su victoria fue aplastante en todo el país e hizo posible que los candidatos de su partido que no hicieron campaña ganaran y se hayan estrenado el pasado 1 de septiembre como diputados y senadores.
Sin embargo, la elección es cosa del ayer y López Obrador ya no es candidato ni dirigente partidista, aunque a veces se comporta como tal.
A partir del próximo 1 de diciembre tendrá un difícil reto: gobernar y cumplir las promesas que hizo a los que votaron por él. O, de lo contrario, perderá adeptos y su partido se irá al basurero de la historia.
Desde luego que gobernar no es fácil, mucho menos cuando las expectativas que generó son enormes.
A López Obrador no le queda de otra que asumir el papel que le corresponde como próximo titular del Poder Ejecutivo federal, consistente en hacer una política de altura.
Mantener una buena relación con los gobernadores, legisladores, dirigentes partidistas, sectores empresariales, autoridades eclesiásticas y medios de comunicación es de vital importancia para tener gobernabilidad en el país, sin que nadie, claro, sea sometido.
Ojalá respete los derechos conquistados en los últimos años a base de sangre y que están consagrados en la Carta Magna, especialmente la libertad de expresión.
Respecto a la relación con los gobernadores, el presidente electo se ha reunido en tres ocasiones con la mayoría de ellos, con quienes ha acordado importantes temas para beneficiar los estados que gobiernan.
El respeto al Federalismo o pacto federal es uno de los temas que la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) le ha pedido definir, ya que la propuesta de nombrar a un delegado especial o “súper delegado” en cada entidad, no es bien recibida por los gobernadores.
Entre López Obrador y el gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, todo parece indicar que tendrán una relación de respeto y trabajo. Así se reflejó en la reunión sostenida el miércoles 12 en la casa de transición del presidente electo, en el que acordaron estrategias para atender las zonas marginadas del puerto de Acapulco.
Es probable que algunas mentes perversas les irrite que López Obrador y Astudillo Flores se reúnan y construyan desde ahora una excelente relación institucional, ya que prefieren verlos pelear y que a Guerrero le vaya mal.
Siempre habrá gente con mentalidad corta e intrigante, pero se exhiben solos.
Lo que debe imperar siempre es la buena política. ¿O no, mis estimados lectores?
ENTRE OTRAS COSAS… El que de plano será recordado como un pésimo alcalde, es Marco Antonio Leyva Mena. Sí, el que hasta el último minuto del 29 de septiembre despachará en el Palacio Municipal de Chilpancingo.
Es evidente que a su sucesor heredará graves problemas financieros, conflictos laborales, un chiquero de cabecera municipal y lleno de baches, así como un municipio inseguro.
Ni modo, a don Antonio Gaspar Beltrán le tocará bailar con la más fea a partir del 30 de septiembre.
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