Los cambios operados recientemente por el gobernador Héctor Astudillo, no gustaron a muchos miembros de su propio partido, el PRI. Porque teniendo formados en la fila a varios aspirantes que ya esperaban “que les tocara su turno”, al final optó por seguirlos excluyendo. Y eso desde luego, tendrá sus respectivos costos políticos. Hay que ubicar los contextos.
CAMBIOS QUE NO CONVENCEN.- El pasado 5 de diciembre el gobernador comenzó a generar algunos cambios en su administración, en medio de la ola de violencia e inseguridad que azotan imparables, a toda la entidad. Y por supuesto, en la coyuntura del cambio de presidente de la república.
Se leen así: 1.- En la Secretaría de Educación Guerrero designó a Arturo Salgado Urióstegui, quien ya venía fungiendo como subsecretario de educación media superior y superior. De algún modo, este relevo manda clara la señal desde el actual grupo gobernante: es un personaje institucional, alejado de los grupos de poder pero que ha necesitado de ellos. Y que nada se moverá. De esta forma, la negociación con el magisterio disidente y oficial -que a estas alturas ya no se sabe cuál es uno y cuál es otro-, recorrerá los mismos caminos del pasado. Es decir, Arturo Salgado enfrentará no solo la derogación de la Reforma Educativa de Peña Nieto, sino que asumirá y lidiará con el proyecto educativo propuesto por AMLO. A todo ello se agrega el punto candente del asunto: la forma en que la SEG enfrentará las auditorias de la administración federal, en una dependencia que destila podredumbre por todos sus poros.
2.- Antes de que Arturo fuera designado en la SEG, ocurrió un hecho desconcertante: a varios wattsapp de periodistas llegó la noche del martes 4 de diciembre una fotografía del exdirigente del PRI estatal y exdiputado local, Cuauhtémoc Salgado Romero, en la que lo felicitaban por su designación como secretario de Educación. Lo interesante de esta filtración, abanicó en uno solo sentido: el grupo político del exgobernador Rubén Figueroa Alcocer, presionaba reclamando esa posición. Pero al final, el gobernador Astudillo no cedió a la negociación. El movimiento que haría posteriormente confirmaría, sin embargo, su intención de no dejar al garete a dicho grupo de poder.
3.- El sábado, el gobernador empujó y tomó protesta como dirigente estatal del PRI, a Esteban Albarrán Mendoza, un personaje que carece visiblemente de liderazgo político, pero que es una pieza política del grupo Figueroa. Y entonces la maniobra política adquirió sentido: Astudillo no cedió la titularidad de la SEG al grupo político del exgobernador oriundo de Huitzuco, pero sí le otorgó la dirigencia estatal del PRI, una posición que dicho grupo ya tenía precisamente, con Cuauhtémoc Salgado Romero, antes de que arribara Heriberto Huicochea Vázquez, el exdirigente de ese partido que ya se fue. Es decir, Astudillo le regresó esa dirigencia a Figueroa. Pero el mensaje que se mandó hacia el grueso de la ciudadanía fue muy malo. Pero, sobre todo, a la militancia tricolor la cual advirtió que nada cambiará en ese partido, secuestrado por los mismos grupos de poder. Y el daño reiterado hecho a ese partido es de las cúpulas. No de la militancia de a pie. Con Esteban dirigiendo el PRI estatal lo único que se espera de él, es que las derrotas electorales tricolores se sigan acumulando.
Y un hecho le metió más lumbre a la polémica: el exgobernador, exdirigente nacional del PRI y actual diputado plurinominal, René Juárez Cisneros, no se quedó hasta el final del evento de toma de protesta a Esteban Albarrán. Se salió antes y se notaba bastante disgustado. El rostro desencajado. Porque su intención era que Daniel Pano Cruz, -su alfil político-, arribará como dirigente estatal tricolor. La negociación, sin embargo, ya estaba cerrada. Y a pesar de los llamados a la unidad, por parte de la dirigente nacional del PRI, Claudia Ruiz Salinas, la poca militancia tricolor que asistió, salió muy apresurada del evento. Otra mala señal para un PRI local que se resiste a cambiar.
HOJEADAS DE PÁGINAS… Los que se quedaron en el camino, bajo el amague de ser incluidos en el gobierno de Héctor Astudillo, para los próximos tres años, fueron el exsenador Sofio Ramírez Hernández, del grupo aguirrista; el propio Cuauhtémoc Salgado Romero; y los dos cuadros astudillistas: Beatriz Alarcón Adame y César Armenta Adame. ¿Alcanzarán las tajadas del pastel para incluirlos? ¿O se quedarán esperando eternamente, la bendición política del mandatario estatal?