En Acapulco vive una sirena que enseña a nadar a niñas y niños a cambio de comprometerse con ayudarla a cuidar el mar. Cuando hace a un lado su cola escamosa se dedica a diseñar y promocionar campañas de concientización para cuidar su ambiente. “Imagínate a mí todo lo que me transporta el mar, ¡cómo no voy a querer cuidarlo!”, comenta.
Los jueves de sus últimas semanas los ha dedicado a un ecotianguis, porque desde este emprendimiento, cree, cortaría una raíz de la generación de tantos plásticos que invaden su hogar.
Se trata de Mariana López López, una ambientalista de 26 años que desde hace dos años impulsa un movimiento que nombró Ola de cambio, con el que cuida su entorno. Su trabajo es conocido sobre todo a través de las redes sociales, con el nombre de Mariana Menchaca.
Retirarse la cola escamosa no es metáfora, es una actividad cotidiana, porque ‘el buceo es el centro de su universo’. Ahí está el origen de todas sus facetas: activista, emprendedora, sirena.
“Si todo mundo buceara, si todo mundo hubiera buceado alguna vez, crearía esta empatía (con el mar). A veces no cuidamos lo que no conocemos”, dice.
MARIANA
En Mariana cobra sentido eso de origen es destino. Desde niña se pensaba convertida en una bióloga marina que presentaba la programación de Animal Planet, un espacio televisado por Discovery Channel dedicado a la vida de los animales. Todos esos pensamientos los generó en las tardes de playa junto a su madre y a su padre.
Su padre, entonces muy joven, trabajaba y estudiaba la carrera de Derecho a la vez, cada tarde, entre sus actividades, dedicaba una hora a correr en la playa. Todos los días a las cinco de la tarde, Mariana lo acompañaba, porque era el momento del día en que convivían.
“Mi mamá nos acompañaba de vez en cuando. A ella le gustaban mucho los cangrejitos y me llevaba a las piedritas a verlos, y yo como que me acercaba a ver más allá todos los animalitos que había, y decía: ¡Cómo puede ser que en un lugar tan chiquito, (entre las piedras), hay tanta vida!”.
Los padres de Mariana también son acapulqueños de nacimiento. Ella, la madre, de una de las familias tradicionales del Zócalo, y él, el padre, de la antigua colonia de La Base.
Cree que en esas tardes con ellos nació su empatía con el ambiente y la necesidad de protegerlo. “Eso que me conectó, era el momento con mis papás. El mar era la conexión”, reflexiona.
Mariana es licenciada en Ecología Marina y planea especializarse en legislación ambiental para desde tierra firme continuar con un compromiso que se tomó a conciencia.
¿Cómo nace una sirena ecologista y emprendedora?
En las redes sociales Mariana se presenta como una activista emprendedora y una buzo sirena. Desde esa plataforma difunde sus actividades, que más bien son su aportación para el cuidado del ambiente.
Lo mismo publica parte del itinerario de Ola del cambio, convocatorias de las clases que imparte en Escuela de Sirenas o alguna recomendación para generar cero basura, que tiene mucha relación con su tienda virtual de productos ecológicos llamada Hola Sirena, de donde también surge el ecotianguis.
El 28 de noviembre pasado publicó en Facebook una fotografía de ella con un pie de foto en el que recomienda usar un cepillo de bambú, o sea biodegradable, en lugar de uno de plástico: “No está chido ya usar cepillos de plásticos que duren 1000 años en el planeta”. Es una publicación que compartió desde el perfil de la ecotienda.
Ola del cambio, Escuela de Sirenas y Hola Sirena son los tres proyectos con los que Mariana materializa su faceta de activista ambientalista. Surgieron entre mayo de 2018 y enero de 2019, poco después de que comenzara a publicar sus actividades, porque su empatía con el ambiente tiene una historia de varios años atrás.
En 2017 participó en un certamen Miss Mermaid Mexico, donde, entre otras cosas, las concursantes deben demostrar sus habilidades acuáticas. Por algo lo conocen como el concurso nacional de sirenas.
La competencia le permitió a ella hacer visible más que su simpatía y destreza en el buceo: catapultó su interés por el ambiente. Desde entonces las redes sociales comenzaron a ser sus aliadas.
Con eso le llegaron invitaciones para nuevos proyectos. En 2018, por ejemplo, participó en la campaña de un político local con actividades de cuidado y protección de las playas de Acapulco, espacio que ocupó para interesar a más personas por el océano.
“Ahí iba gente que nada tenía que ver (con cuidar las playas), que en su vida se había percatado de lo que pasa, y yo vi la emoción con la que lo hacían”, recuerda.
Observó en la colaboración de estas personas algo distinto a las actividades que hizo antes con sus compañeros de las clases de licenciatura, muchas de ellas a cambio del servicio social.
“Mis compañeros lo hacían como si ya fuera su trabajo, esta gente, ¡no manches! Ver el mundo distinto a partir de eso, que ellos pudieran regresar a su casa y decir no, ya no voy a usar bolsas porque ayer fui a limpiar la playa, vi el fondo, y vi esto y no está chido”, menciona.
MARIANA
Aclara que no es desinterés de sus compañeros, al contrario, están tan involucrados que lo hacen de manera automática. El valor que suma a que otras personas se relacionen al cuidado del ambiente, es que son potenciales nuevos protectores de él.
Con esa actividad arrancó Ola del cambio, un movimiento que abarca distintas vertientes para la concientización de protección al ambiente, enfocado sobre todo en millennials y centennials. Ella cree que son los jóvenes el potencial que puede recuperar la naturaleza.
Mariana, junto a otros siete jóvenes de distintas formaciones académicas, organiza y realiza conferencias, talleres y actividades de limpiezas de playa. Son “chavos que se dedican a cosas distintas –arquitectos, economistas, comunicólogos y politólogos–, a carreras que hacen ver desde otras ópticas el cuidado del ambiente”, y se complementan.
Todas sus actividades son lanzadas con un lenguaje fresco, jovial. Una actividad previa al 9 de octubre pasado, el día de esta entrevista, impartieron un taller de buceo libre para limpieza de playa Tlacopanocha. Lanzaron una convocatoria para un cupo de 15 personas, quienes aprendieron lo básico del buceo a la vez que retiraron la basura del mar. “Nosotros ponemos el equipo y tú las ganas de hacer un cambio”, se leía en la invitación.
Poco tiempo después promovieron el “Eco Ola Fest”, otra limpieza de playas, ahora submarina y terrestre, con el plus de dos diyeis invitados que acompañarían la actividad.
Mariana lanzó Escuela de Sirenas, la primera en el puerto, en octubre de 2018. A través de sus redes sociales difunde en promedio dos convocatorias por mes. Las niñas y los niños que se inscriben aprenden a nadar como sirenas y tritones, y les transmite su cariño por el mar. “Se les enseña que son una sirena, un tritón, y (entonces) tienes que comprometerte a cuidar tu casa, porque no puedes vivir entre basura”, explica.
Como todas sus actividades tienen el mismo propósito, en enero de 2019 inauguró Hola Sirena, la ecotienda virtual donde ofrece artículos que son reutilizables, con el fin de evitar la generación de residuos o basura.
Con este proyecto la sirena ambientalista de Acapulco influye en otros terrenos, como el emprendimiento coordinado por mujeres. Entre estas aristas, surgió el ecotianguis de cada jueves en la explanada de una de la universidades privadas más conocidas del puerto, ubicada sobre la costera Miguel Alemán. Ahí participan mujeres que ofrecen productos orgánicos o sin haber generado residuos sólidos, elaborados por ellas mismas.
El cuidado del ambiente no sólo es un tema de sus proyectos, es parte de su vida. Cuando acepta la cita para esta entrevista, Mariana sugiere que sea en una cafetería de la zona turística, donde sólo utilizan productos y artículos de cero residuos o biodegradables.
La aportación de Mariana para cuidado al medio ambiente ya ha tenido algunos ecos, el 4 de diciembre pasado recibió el Premio Estatal de la Juventud que otorga el gobierno del estado en la categoría de Protección al medio ambiente.
El centro de su universo
Cuando dijo que el buceo era el centro de su universo se refería a que casi todo lo que hace tiene relación con esa actividad subacuática.
En 2012, comenzó a practicarlo en forma, después que ingresó a la Universidad. A mitad de su carrera en Ecología Marina se cambió de turno, del matutino al vespertino, para tener toda la mañana para bucear.
A sugerencia de uno de sus maestros, quien le vio talento, dejó de bucear en albercas y comenzó en el mar. “Eso me motivó y dije si me gusta y soy buena, hay que darle”, menciona. Tomó la certificación que ofrecían en la escuela como “28 mil veces”, es decir, tantas que casi todos los estudiantes de la escuela fueron sus compañeros de buceo.
Después, el mismo maestro le dijo “vente con nosotros, vente como auxiliar de buceo”. Su pago por enseñar a otros fue bucear gratis. El buceo es una actividad a la que se le invierte.
Como un nuevo reto para mejorar en esa actividad, es que conoce otra de sus pasiones, la pesca submarina, que se practica sólo a pulmón y arpón. Uno de sus conocidos, experto en el buceo libre, le había dicho que hasta que la practicara se convertiría en una buena buceadora en apnea o a pulmón.
Es con ese interés como llega con los pescadores de Puerto Marqués en 2016, a quienes considera lo más experimentados en buceo libre. Pasaba horas con ellos, de ocho de la mañana a tres de la tarde, practicándola. “El primer día me saqué un pargo”, dice y ríe.
Para entonces ella ya estaba en la recta final de su carrera en Ecología Marina. Por cierto, se graduó con una tesis sobre el crecimiento del coral negro. Con otros estudiantes cultivaron el coral en un barco que está sumergido en el mar a la altura del antiguo Cici, llamado El río de la plata. “Es un galeón enorme que se quemó al llegar a Acapulco, venía de Argentina, pero originalmente era italiano, se lo robaron en la Segunda Guerra Mundial”, explica.
Antes del buceo libre y la pesca submarina, la formación de Mariana era en el scuba, es decir el buceo que se practica con equipo y un tanque de oxigeno. Un ritmo más lento al que aspiraba. Con la pesca consiguió la cadencia que quería y ahora tarda tres minutos y medio dentro del mar sin respirar.
Es justo ahí cuando va emergiendo la sirena ambientalista de Acapulco.