Hace 15 años el último Escarabajo fabricado en la planta Volkswagen de Puebla salió directamente hacia el aeropuerto de la Ciudad de México para ser enviado a su último destino: el Museo Volkswagen de Wolfsburg, la ciudad alemana donde nació un 28 de mayo, pero de 1937 para convertirse en una reliquia histórica.
Pero eso no sucedió porque el popular Beetle, cómo se le conoce en todo el mundo, se salió literalmente del museo para refrendar su categoría como el automóvil con mayor tiempo de producción de la historia para regocijo de sus fanáticos que siguen adorando su línea tradicional, la de los faros de huevo, que en agosto del año pasado emergió nuevamente en Alemania con su modelo 2017, el “Beetle Cabriolet”.
Y aquí en México, el popular Vocho Ecológico al que los taxistas, los cronistas y los artistas convirtieron en la década de los Noventa, y comienzos del nuevo mileno, en un símbolo de la Ciudad de México, sigue siendo a sus venerables 80 años el mejor vehículo compacto de transporte para ciudades construidas sobre colinas como Taxco, que los mexicas fundaron en 1445.
Una ciudad de mineros y artesanos de la plata, donde los Escarabajos conforman la flotilla oficial de taxis uniformados de color blanco que circulan como reyes a través de sus estrechas y sinuosas calles empedradas.