Texto: Olivia Ortiz
La nochebuena y la Navidad también llegan a los lugares más recónditos de la Montaña de Guerrero, con un mensaje de esperanza y un abrazo sincero que, se funde al calor del fogón, que alumbra las endebles viviendas y el corazón de las familias.
Sí, también llega la Navidad a los pueblos de la Montaña, con un aromático café que disfrutan hombres y mujeres después de un arduo jornal de sol a sol en el campo mientras los niños sonríen por la magia del momento familiar a pesar de la falta de regalos.
Más allá de lo material, la presencia del niño Dios se manifiesta en compartir lo que haya a la mano, algunos con café, pan, algún guiso elaborado por las mujeres, sin faltar las tortillas hechas a mano; otros con café y una galleta, contemplando las estrellas que en esta zona, parece que puedes alcanzarlas.
Imagine querido lector, tan hermosa escena: Niños y adultos de todas las edades -porque en esta zona los ancianos son respetados por su sabiduría- sentados en el patio de tierra de sus precarias viviendas, algunos hombres platicando, otros más tocando guitarra mientras las mujeres ofrecen café, pan y una rica barbacoa, en algunos casos.
Un abuelito saca de la bolsa de su camisa un cigarro que enciende con gran gusto, en tanto, niñas y niños corren descalzos y felices entre los adultos, todos cubiertos por un cielo negro intenso, una majestuosa luna y estrellas luminosas que con su tintinear ofrecen un espectáculo sin igual.
Aunque su presente es incierto, confían en un futuro mejor, donde el trecho entre los ricos y los pobres sea cada vez menor y por consiguiente, puedan llegar los regalos a la Montaña, región célebre por la desigualdad y pobreza ancestrales.
Hoy la nochebuena y la Navidad se viven también en la Montaña, con café, pláticas, risas, un abrazo y la férrea esperanza de un 2026 mejor.
