Frente a la parada del transporte local, ubicada frente al mercado Central de Chilpancingo, está sentada Irma, una enfermera de Acapulco que vive en la capital desde que pasó el huracán Otis.
Como decenas de personas que están en ese lugar, lleva dos horas en espera de que llegue alguna unidad de la ruta del fraccionamiento La Nuez, a 40 minutos de ese punto, donde actualmente vive con su hermana. Lleva más de 2 horas “y no veo para cuando, porque tampoco hay taxis”, dice resignada.
Irma llegó de Acapulco alrededor de las 9 de la mañana después de una larga jornada laboral en el hospital El Quemado. Allá trabaja tres días por semana, los mismos que viaja desde Chilpancingo.
Primero por la devastación y luego por lo complicado que se volvió el transporte público en Acapulco, prefirió venirse a vivir a la capital.
“Pero mire, ahora no puedo irme a la casa de mi hermana. Me voy a tener que regresar a Acapulco a mi casa porque la situación aquí ya se complicó, llevo dos horas tratando de irme y ni taxis hay”.
De entre el ir y venir de gente desconcertada, algunas personas preguntan a otras la hora en que se restablecerá la situación.
Son pocas las unidades de transporte que se ven circular en el lugar. Algunas personas terminan por emprender el camino a pie, mientras patrullas de la Policía Estatal y Guardia Nacional rondan el lugar.
Hasta este momento, la Fiscalía de Guerrero había confirmado que fueron cuatro los choferes asesinados y uno más herido, en la serie de ataques armados con los que despertó la ciudad en un día de asueto y que paralizó el transporte público.
