En la ciudad de Chilpancingo, Guerrero, yacen las ruinas arqueológicas de una importante y extensa ciudad de la época prehispánica.
Se trata de la Zona Arqueológica de Texcalco, “entre despeñaderos”. Un impresionante sitio de grandes terrazas, plazas, cementerios y petrograbados que se desarrollan sobre una colina ascendente delimitada por dos peligrosas barrancas.
Estos primeros vestigios nos llevan a la cima donde encontramos una interesante plataforma ceremonial superior, en la cual yacen espectaculares estructuras altas, templos, más petrograbados y un juego de pelota. Estos invaluables monumentos lucen rodeados de majestuosos cerros que en época de lluvias y en invierno se envuelven de neblina.
Texcalco, estuvo habitado -de acuerdo a las indagaciones arquitectónicas del sitio llevadas a cabo en el año 2021 por los arqueólogos Mario Alfredo Mercado y Fernando Oliveroz, de la UNAM- posiblemente a finales del período Preclásico (1500 a.C. – 200 a.C.) y hasta el Clásico mesoamericano (200 a.C. – 950 d.C).
No se conoce con certeza el origen cultural de sus habitantes. Por ahora sabemos que la constante presencia de uno de los estilos de cerámica en el lugar, denominado por el arqueólogo Paul Schmidt, en los años 60’ como Chipancingo Orange, sugiere un tiempo de ocupación en el periódo Clásico (200 a.c.-900 d.c.) (Schmidt 1976: 125:131).
Haciendo alusión a Schmidt, Cuahuhtémoc Álvarez, del Centro INAH-Guerrero, menciona que estudios posteriores revelan que este estilo cerámico conocido también como Blanco Granular, presenta una amplia secuencia desde el Preclásico (1200 a.c.-200d.c.)- hasta el Posclásico (900 d.c.-1521 d.c.). Y de acuerdo a Paul Schmidt, en Guerrero, este estilo cerámico se relaciona con la presencia de la cultura Mezcala (Schmidt 1990: 123).
La enigmática cordillera de El Culebreado, que se eleva desde el valle hacia la sierra, en el poniente de Chilpancingo, fue el lugar de asentamiento de una sostificada mancha urbana durante un largo tiempo en la época prehispánica, teniendo como centro ceremonial y de poder a este bello sitio arqueológico de Texcalco (Nava, Moisés. 2018).
En el año de 1968, el joven arqueólogo Paul Schmidt, se percató de este extenso núcleo poblacional antiguo en el valle de Chilpancingo.
Él notó que los pobladores prehispánicos preferían y se concentraban en las partes altas de los cerros, y no en las rivieras del rio Huacapa (Schmidt 1976).
En este mismo año, Schmidt llegó al sitio arqueológico de Texcalco y lo denominó: El Culebreado.
En este lugar, se enfocó particularmente en un sótano o “cavidad troncocónica” que relacionó con los chultunes del área Maya.
Debido a que Schmidt no hizo un registro de las coordenadas del sitio, por mucho tiempo se creyó que este lugar se situaba cerca de algún punto de la carretera conocida como: “El Culebreado”, una carretera curveada y empinada entre un paisaje accidentado. Sin embargo, Schmidt dice que “el lugar que él visitó, estaba alejado de alguna carretera” (Schmidt. 2020).
Además, en su investigación, él comenta qué presenció un peculiar torbellino (Schmidt 1976), fenómeno meteorológico que se propicia en lugares planos y abiertos, y no en pendientes accidentadas como las del suelo que caracteriza al lugar por donde pasa la carretera de El Culebreado.
Durante su estancia en El Culebreado, Schmidt dió certeza de la extensión del gran sitio asociado al sótano que observó, cuya característica destacable que llamó su atención fué la construcción de terrazas sobre la loma.
Hoy en día, está mas que confirmado -por fotografías inéditas que recientemente recuperó Schmidt- que el sitio arqueológico El Culebreado es el mismo sitio de Texcalco, enclavado en esta bella Cordillera del Culebreado y que cuenta con impresionantes e invaluables estructuras y monumentos. Es común hasta el dia de hoy, que curiosos torbellinos de viento nos sorprendan en el lugar.
Posteriormente, por los años de 1990 e inicios de los 2000, arqueólogos y personal de la CFE y CONAGUA, se percataron de la existencia de este sitio arqueológico durante los trabajos de tendido eléctrico y montaje de ductos de agua, ejecutados para brindar servicios a la zona poniente de Chilpancingo. Sin embargo, solo se limitaron a describir en sus informes, los vestigios observados dentro del área a intervenirse.
En el año 2008, personal del INAH Guerrero exploró brevemente cerca de una torre para líneas de transmisión eléctrica construida en el lugar, y observaron en una zanja de construcción, los restos de un entierro. En aquel año denominaron al sitio como: “El Sabino -Texcalco”.
En el año 2016, el Antropólogo de la UAGro, Moisés Nava, recorrió este sitio, observó sus terrazas, identificó la plataforma superior y descubrió sobre esta las principales estructuras y la cancha de juego de pelota, hasta ahora la única cancha de la cual se tiene conocimiento en el Valle de Chilpancingo.
Moisés Nava documentó estas estructuras en un mapa, y después de explorar por un tiempo la ladera poniente del Valle de Chilpancingo, llegó a la conclusión de que este sitio era el mismo Culebreado que Schmidt describió en 1968. Posteriormente, en el año 2017, el arqueólogo Jorge Alberto Hernandez y personal del INAH Guerrero, acudieron junto con Moisés Nava a confirmar el hallazgo de la cancha de juego de pelota y otras importantes estructuras de este lugar.
La arquitectura en esta zona se torna muy peculiar. Los cerros que aparentan tener la forma de “culebras en movimiento” sostienen sobre sus filos y laderas, interesantes estructuras de piedra caliza. Los antiguos pobladores que vivieron ahí, valiéndose del desnivel del suelo, construyeron terrazas en secuencia y las acondicionaron a manera de basamentos.
Estos basamentos se aprovechaban para sembrar y construir casas. También sobre estos, se cavaban una especie de oquedades troncocónicas que eran usadas como: tumbas, graneros y basureros. Ya en las cimas, levantaban templos y estructuras palaciegas. En lo alto, vivía la élite gobernante y sacerdotal, mientras que el resto de la población vivía en los cerros y laderas contiguos, o en las rivieras del rio Huacapa, dedicandose a la agricultura principalmente y en algunos momentos, al comercio.
Por su situación estratégica, es muy probable que la población controlara el valle y la sierra de Chilpancingo. Además, por el material arqueológico observable, existe evidencia de rutas comerciales y de relaciones con el Altiplano Central, el área de Michoacán y la Costa del Pacífico (Nava, Moisés. 2018).
Como datos curiosos: el registro arqueológico en la Zona Arqueológica de Texcalco, indica el gran conocimiento astronómico que tuvieron los pobladores del poniente de Chilpancingo. El sitio en sí, está orientado en un sentido de este a oeste. A su vez, existen petrograbados en forma de oquedades o pocitas, con marcas en su interior, que posiblemente sirvieron para señalar y medir el curso de los cuerpos celestes.
Algo interesante es qué, en la esquina oriente de la cancha de juego de pelota de Texcalco, yace asociado un petrograbado rectangular que de acuerdo a Mario Alfredo Mercado, se asemeja a una “sarteneja” del área Maya. Las investigaciones futuras arrojarán resultados sobre la relación inédita de este elemento con la cancha. También, se han identificado artefactos que en la época prehispánica eran usados para el proceso de elaboración de papel amate y extracción de fibras de maguey. Estos artefactos se conocen hoy como amatl o “machacador de papel”, y tienen distintas formas y decoraraciones.
En la imagen satelital y mapa adjuntos, observamos la plataforma ceremonial superior en donde yacen los principales monumentos y la única cancha de juego de pelota, hasta ahora encontrada en Chilpancingo. A su vez, se observan las estructuras adyacentes a esta plataforma.
También adjuntamos a este texto una fotografía inédita de Paul Schmidt tomada en 1968, y otra de Moisés Nava tomada en 2018, en donde al compararlas se observa que efectivamente el sitio arqueológico El Culebreado es el mismo sitio de Texcalco.
Hoy en día la Zona Arqueológica de El Culebreado/Texcalco, lucha contra un presente que la amenaza. El desmedido avance de la mancha urbana y los saqueadores “de tesoros”, están afectando gravemente sus estructuras. Este sitio necesita ya de protección inmediata e intervención enérgica por parte del H. Ayuntamiento de Chilpancingo, Cultura, INAH-Guerrero y del cuidado y respeto de las personas.
Chilpancingo cuenta con una invaluable joya histórica-arqueológica, patrimonio cultural de todos los Guerrerenses, que merece ser atendida.
