El sábado después del encontronazo que tuvo con la prensa, a quien hizo reclamos por dar a conocer los hechos de violencia en la ciudad porque, según ella, eso inhibe al turismo, la alcaldesa Abelina López hizo su aparición pública en el parque de La Reina, en la zona tradicional del puerto de Acapulco.
Con un semblante serio, arribó resguardada por personal de seguridad que se dispuso a su alrededor para impedir que reporteros la abordaran.
Pero pronto su expresión funesta cambió con los vítores que le lanzaron sus simpatizantes.
La ofensiva lanzada contra la prensa un día antes, le trajeron una avalancha de críticas, no obstante parecía que sus seguidores la veían como víctima, pues de entre las expresiones de apoyo se escuchó a lo lejos:
“¡Fuera los medios de comunicación! ¡Estamos contigo Abelina! Se pusieran perros en otras cosas” y se dejaron venir los aplausos y gritos de “¡Presidenta! ¡Presidenta!”
Al comienzo del recorrido que realizaría por las ofrendas, este medio intentó preguntarle sobre las reacciones que generaron sus comentarios contra la prensa.
– “¿Sus declaraciones no ponen en riesgo la vida de los periodistas?”, Le pregunté.
La alcaldesa miró seriamente sin responder, mientras una mujer que estaba a su lado, manoteó mi teléfono y de forma agresiva dijo que no era momento para preguntarle, mientras otro hombre corpulento apoyado por otro más, me jalaron del brazo de forma brusca para a empujones retirarme del lugar.
El jefe de prensa calmó a los celadores en medio de un clima de que por un momento se tornó tenso.
Sin inmutarse por lo sucedido, la alcaldesa continuó recorriendo las coloridas ofrendas atiborradas de flores de muerto y penetrante olor a copal, que fueron realizadas por personal de las diferentes áreas del Ayuntamiento.
Destacó una que tenía cruces con nombres de mujeres, en honor a las víctimas de feminicidio.
El peregrinar tardó poco más de dos horas porque en cada parada, dedicaban unos minutos a lanzar porras y a recitar calaveras para la presidenta quien escuchaba atenta.
Aunque la llovizna amenazó con acentuarse y apagar las velas y la celebración, el entusiasmo de los asistentes se mantuvo vivo y pocos fueron los que abandonaron el parque.
“Ni el agua nos detuvo”, dijo la oradora en el templete donde se encontraba Abelina a quien le correspondió explicar la ofrenda de la presidencia.
Su voz firme pero pausada, se languideció al señalar las fotos que se encontraban en el altar: de su hermana Socorro, otro de sus hermanos y sus papás. Hizo una pausa para no romper en llanto y el silencio lo llenó el público con las arengas de “¡Presidenta!, ¡Presidenta!, ¡Presidenta!”.
Al finalizar su intervención invitó a los asistentes a tomar chocolate elaborado con la receta de su mamá y pan de Oaxaca, Estado de donde es originaria; presumió que ese gasto salió de sus recursos y no del Ayuntamiento.
Ya abajo del templete, nuevamente se le intentó entrevistar, pero su personal de seguridad y otros empleados que la rodeaban para que nadie se le acercara, la hicieron avanzar a paso veloz. Sin correr pero de prisa, avanzó a la salida escoltada por dos mujeres del brazo.
-“Presidenta buenas noches”, le saludé para tratar nuevamente de entrevistarla, pero otra vez vinieron los empujones. “Ya, ya está cansada”, dijo una de las mujeres, al parecer regidora.
Abelina subió a una ostentosa camioneta Grand Cherokee que ya la esperaba y se retiró del lugar escoltada por otro auto más pequeño en el que iban hombres con aspecto militar.